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miércoles, 16 de febrero de 2011

Indulgencias para la dama..



La Dama de Ruber



"Que no es sino el perdón de los hechos acontecidos, redactados de la manera más detallada remarcando los sucios y estrepitosos detalles del infame proceder…"

Esa fue la introducción del juicio de la dama de Ruber, citada en ese tribunal sin escrúpulos que sin pudor ha sido señalarla por delitos naturales no implantados sino suscitados dentro de sí.

.¿y cómo se declara la acusada? –

La mujer, de exquisito vestir y sutil maquillaje traslucido y natural que mas bien daba la apariencia de un melocotón por mejillas, de gemas en los ojos como pupilas y de labios decorados haciendo alarde de su apellido.
Sentada pasivamente en una gran silla de cedro, de cojín con encajes y plumas de cisne, de color beige sucio, de espalda arqueada, manteniendo su postura aristócrata y elitista, jamás en esos breves momentos retiro su vista de los acusadores, su mirada parecía burlarse en secreto y como si no tuviera miedo del veredicto se imponía su aguerrida estampa.

-culpable-

Fue la respuesta, de tono sincera, pasiva y arrogante, como si fuera un orgullo serlo, acomodo el cabello suelto que arruinaba su tocado, aliso los pliegues de su vestido color oceánico su corsé del color de sus labios , pero no exagerado, estaba acorde y con estilo, haciendo una extraña combinación, llena de encaje, seda, crinolinas, fondos vaporosos, adornos de plata, flores como prendedores, un escote disimuladamente insinuante, collar de perlas finas, engarzadas en esmeraldas, anillos en plata y oro con brocados sobre los ajustados guantes, cuales cubrian unas manos delicadas de largos dedos.

Pedazos de papeles, regados inundando el piso donde sus zapatillas de piel, forradas de satín, con joyas como hebillas, parecían hojas de otoño cayendo del árbol del arrepentimiento y condena, pero a la dama de Ruber no le hacían mella, se sentía como un  jardín, donde era espectadora del cambio de estación entre el pecado y el deseo, donde marchitamente morían las flores de la virtud, para hacerle creer que en realidad su alma enferma debía levantarse de la silla y recoger cada pedazo de papel de color champagne podrido, como el alcohol de los pobres, que inhibe el dolor pero no da el olvido.

Asi ante la carroña, invitada y esparcida por las ratas de las alcantarillas, la dama de Ruber, enarco una ceja haciendo un suave gesto, haciendo que el lunar sobre la ceja del lado izquierdo le hiciera sombra juguetona que entonaba con la mueca.

-son demasiadas, mousier…-

El inquisidor asustado por la angustia, retrocedió, lleno de duda inconcebible, más horrorizado su rostro se desfiguro, y apelo al buen juicio de la acusada, pues con su educación, status, sangre, apellido y estirpe, debiera ella, saber que esa respuesta era inadmisible.
Quizás la locura había alcanzado en ella, a invadirle como veneno enfermizo en el cuerpo…

-duquesa, condesa, marquesa, mi señora, Dama de Ruber!!!-

Exclamaron apelando a resucitar su sentido común, la elocuencia de quien fuera la dama más lógica y analítica de la vieja capital y la más famosa, gentil, sugerente y emblemática de la nueva capital, de ella no quedaba nada.

-pedir perdón, por sus horrores cometidos, suplicar el olvido de sus actos inicuos realizados, purgue su alma y pensamiento que ha sido infectado por su débil voluntad, ahora poseída por tan despreciables y bajos instintos-

El reloj de péndulo marcaba el ritmo histérico de los reclamos, mas ella con entereza no se perturbaba, quizás porque ya lo estaba, su templanza yacía recostada sobre su formal belleza.

-indulgencias para la dama…- profeso el juez  quien le miro detrás de la espesura de sus pestañas donde la nitidez de sus orbes era infranqueable.

Ante aquello la dama de modales intachables, agradeciendo las palabras, doblo el cuerpo recogiendo una del árbol marchito de hipócritas raíces, se levanto irguiendo su cuerpo, alzando el rostro airoso y afable.

-esta es la única que necesito, de entre todos, los corrompidos  perdones, comprados al mejor postor, donde la paz del alma vale lo que el saco de terciopelo pese, donde el veredicto corrupto de hombres vendidos reluce como  el oro de las monedas que alguna vez como ya es costumbre venden al espíritu como judas y creen ganar un pedazo de algo que no existe, yo solo necesito este, que me da la llave de lo he elegido-

-indulgencias para la dama…- le susurro a la dama al oído, el juez besando su cuello.

-por que vender y comprar lo que no existe es como manejar un bien tangible de la mentira, evaporado en los pensamientos , que convierten al hombre en el bien tangible de la estupidez-

-no supliques, no te atormentes, no ruegues por un perdón, que no existe y que ellos no pueden dar, no implores ser merecedora de una mentira o tu exquisita y bella existencia será demacrada, así serán tus indulgencias mi dama.-

El juez ante la soledad oportuna de la sala, sujeto a la condenada, y sus manos habilidosas, para escribirle la indulgencia sobre el único papel escogido por la dama, fueron livianas y deshaciendo los nudos,artísticos del vestido de la dama señalada; sabiendo que una vez el cuerpo sea desatado, el podría dictar sentencia y asi la dama de Ruber fue perdiendo la compostura ante la condena imputada, besando a su inquisidor objetando solo la tardanza del juez en aplicar el laudo, de ella tan ansiado.

-porque este, es el pase a mi paraíso personal, cuyo color de cielo es igual a las llamas del infierno-
fueron las unicas palabras audibles en los labios de la expiada dama.

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