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martes, 26 de julio de 2011

Ucrania en coma
Cap. I Hemofilia sentimental
Las calles estaban húmedas y encharcadas, la estúpida chica del clima no había acertado ni una, todo completo era gris pero ligero, poblado de nubes con agua corriendo sobre el cielo.
Se detuvo en la entrada de puertas automáticas, gente corriendo, personas tristes y melancólicas, niños ansioso y juguetones, ancianos, jardines frontales, pisos lustrosos, olores raros y café de maquina mezclados, ropas blancas, aparatos y cables, pintura azul y roja.
Al mínimo de sus movimientos la puerta se abrió, y al cruzar el lumbral se pregunto:
-todavía le amo?-
Su razonamiento se explicaba que no, que el asistir a ese lugar manifestaba la expresión de cariño y poyo
-que hago aquí? Y si aun le amo? Pero ya no o sí?
-le amaba en verdad mucho y ahora estoy aquí pero si le amaba por que nos separamos?-
Como autómata camino por esos desinfectados y limpios pasillos, tomo el ascensor y oprimió los botones correspondientes que a la par brillaron.
Los murmullos eran ecos sin distinción saber de que hablaba la gente seria imposible y en sus ojos grises el numero 4-E se grabo como hierro fundido en su retina, no sabía si quería correr para atravesar la puerta o esperar a que sus piernas dejasen de temblar. Respiro profundo sus manos pronto alcanzaron el pomo y los dedos lo forzaron a girar después de eso, el silencio pesado de aquella habitación inundo sus sentidos.
Richard el médico a cargo del piso le miro llegar como zombi hasta esa puerta y le vio igualmente perderse, cuánto tiempo había pasado? 2 o 3 años? Pero ahora ese tiempo parecía insignificante.
Se escucho lejano el sonido del pasador de la puerta sumiéndose en aquel silencio al cerrar. Tenues lucecitas brillaban marcando el ritmo de un corazón, detallaban el pulso de un cuerpo y contaban las erráticas repuestas cerebrales.
Dejo escapar un suspiro, camino hasta rodear aquella cama en el medio de la habitación, las puntas de sus yemas rozaron despacio las sabanas, hasta que se posiciono al alado de quien yacía en la cama, le acomodo un mechón de cabello para verle mejor.
“Ahí esta… ahí está el” fue lo que pensó al mirarle con más detenimiento ignorando la mascarilla de oxigeno. Ojos  de un color violeta suave rara vez vistos le mirar penetrantes y lo que parecía una mueca de sonrisa se asomaba tras la mascarilla.
La visita hizo un intento vago por sonreír pero jamás aparto la mirada ni siquiera cuando sintió ansiedad al ver como aquellos ojos se abrían.
Su cuerpo comenzaba a tensarse demasiado y sentía el frio trepar por sus  piernas, el cuarto completo era un congelador, era verdaderamente una tumba de hielo.
-no te esfuerces mucho y no pierdas el tiempo en hablar estupideces – fue la oración completa que hizo aquel joven de ojos azules o grises o quizás de un azul acerado, no era lo mejor que pudo haber dicho pero así era él, y que increíblemente pudo mantener la postura y la voz controlada. Nada de lo que pensaba o sentía se veía reflejado en la voz siembre gruesa que lo caracterizaba.
El recién despertado hizo acopio de todas las fuerzas que luchaba por mantener dentro de sí pero que cada día se esfumaban, levanto el brazo, si no para que había dormido todo ese tiempo? Si no para albergar fuerzas para ese momento, ese único instante. Se retiro la mascarilla, volvió a mirar aquellos ojos intensos y sonrió mas abiertamente.
-Yuorick…- susurro con el suave aliento que se abrió paso de entre sus resecos y pegados labios. El aludido le miro como se mira lo desconocido sin saber porque. –Yuorick… voy a morir…- dijo y descansando tomando un respiro como si cada palabra fuese como haber corrido un maratón.
-lo primero que digo y es lo primero que haces…- suspiro conjuntamente al reclamo mirándole con falso enojo.
-no hablemos estupideces, que se me acabo el tiempo- le contesto tosiendo un poco moviéndose se pose, la espalda ya estaba cansada de la misma posición y ni que decir de la cadera y su trasero.
-Gigi tu.. me amas?- le pregunto así, de la nada y con dejo de arrojo en su voz, ignorando olímpicamente el estado anímico del enfermo.
-el hijo de un hombre estúpido, que a su vez es hijo de una mujer estúpida, es obvio que diga estupideces…- poco a poco el semblante le fue cambiando y aquel suave violeta tuvo de pronto la nitidez como años ya pasados.
Las manos del ojiazul acaricio suave el brazo delgado de aquel enfermo.         –Le tengo miedo a las arañas, sabes y cada que me tocabas sentía rechazo por que se ven igual, pero no quería dejar de sentirlas…- el ojiazul desprendió su mano de aquel brazo y se retrajo. –es desagradablemente cómodo…-        le dijo el ojivioleta tomando su mano y presionándole con una fuerza temblorosa, gesto que hacía ver que hacia un gran esfuerzo pese a su estado agotado.
El ojiazul sonrió alegremente y se miro la mano extendida, asentando suavemente –con ellas no puedo hacer nada – respondió vencido y feliz al mismo tiempo. Porque se daba cuenta que ninguno de los dos había cambiado.
Richard los miro de reojo tras la ventana agudizando su vista y deseando tener la de superman para ver mejor a través de las persianas. Al perecer todo iba bien al menos Yuorick no intentaba desconectar al otro de las maquinas ni arrancaba los catates de suero eso era un buen indicio. Su atención fue desviada al ascensor del cual bajaba una hermosa mujer llevando suavemente a una anciana, aquellas eran Alessa y Odava respectivamente, una su futura esposa y la segunda su futura paciente en oncología o eso suponía Richard.
Las mujeres tomaron asiento en la pequeña sala de estar de muebles de vinil cómodos de color hueso, el jefe de piso le llevo un café a cada una.
-Alessa no has descansado nada, de seguir así tu salud también se verá afectada – le regaño dando un tierno beso en la frente y un abrazo lleno de amor y consuelo. Ciertamente en distintos países de Europa las personas no suelen ser despilfarradores de cariño y melosidad, tal como se pudiera ver en Richard, los alemanes se inclinan por una actitud más contenida, su acento fuerte y su voz grave  les hace parecer fríos.
-ya está muerto?- aquellas palabras flotaron en el aire, era una voz de una persona mayor, por no decir vieja y senil, era como la voz de un viejo fumador con tos y cáncer al mismo tiempo en la garganta invadiéndole las cuerdas vocales y lo peor era que tenía como un eco propio, ya que Odava tenía Parkinson medio y eso hacía que el timbre de las palabras sonaran como disco rayado.
-oda!! – lloriqueo Alessa posando su mano en la rodilla de la anciana. Esta hizo caso omiso negando despacio debido al repentino y ocasional temblor pero se entretuvo sorbiendo de su café.
Richard sentencio en silencio a Odava por su lengua pero ya le conocía, y era una mera forma de demostrar que estaba nerviosa, dolida y devastada, solo que se comportaba como si no tuviera corazón.
-Alessa puedes tomar un descanso, dormir aquí te hará bien- le dijo el médico a la joven, ya que si no dormía en casa, al menos el sofá le procuraría un descanso, esta al fin acepto y se recostó en el sofá mediano haciéndose un ovillo. Richard le miro de lejos sentado en la estación de enfermeras de ese piso llenando formatos.
Le mirada dormir aun sollozando levemente, aquella mujer lo había vuelto loco hacia un par de  años, con esa cabellera rubia cobriza y aquellos ojos tan similares a un tarde despejada de cielo raso.  Alessa Marie Dostálová le había demostrado que las mujeres podían fulminar a los hombres con tan solo un suave gesto. En sus inicios mirarle de lejos por la ventana del 4 piso ya no era suficiente, agradecía al cielo que ella pasara por esa avenida casi  a diario, quizás por su trabajo o quizás vivía en los suburbios cercanos, verle de vez en cuando en el concurrido restaurant de la avenida ya no le llenaba,  pero pequeño es el mundo y gracias a una persona en común le pudo conocer. Acercarse a Alessa había sido fácil “técnicamente” aunque Richard era algo tímido pero entrar en su vida fue una completa odisea, y no era para menos Alessa tenía recelo a los hombres salvo a los 4 con los que convivía y que eran su familia. Ella era dueña de uno de los cuerpos mas envidiables de entre las mujeres que conocía Richard, lejos de su gusto estaban las jóvenes escuálidas y delgadas de las pasarelas, al médico le gustaba lo real era fiel carnívoro y la chica en cuestión tenía una curvas invitadoras, tenia figura era más que evidente, de una forma exacta delgada y curvilínea, de estatura promedio, cabellera rubia cobriza y no oxigenada como la de los comerciales, los ojos que lo embobaban a todas horas con un azul eléctrico, una personalidad avasalladora, de carácter , en ella la fuerza y la vitalidad rebosaban. Al menos eso podía decir de ella al principio, muy lejos estaba de la realidad y de lo mucho que le costaba a Alessa dar esa impresión precisamente, aun tenia fresca aquella platica que habían sustentado una tarde de almuerzo…
“si buscas lo que todos, vuelve tu camino Richard, que en mi no lo encontraras…”
En ese entonces Richard bebió medio vaso de whisky para darse valor
“habremos hombres de muchas razas, y habremos hombres que cuidamos los tesoros que encontramos” había respondido el serio y seguro. Por la sonrisa de la rubia, el médico supo que había dado en el clavo, fue así como Alessa le dio la bienvenida finalmente.
Pasando por citas, invitaciones, salidas, eventos, detalles, encuentros, fiestas familiares, después de paciencia y cariño la desconfianza de Alessa se iba deshaciendo, solo para dar paso a una puerta inmensa y pesada llamada “pasado” que habitaba internamente dentro de aquella hermosa mujer.
De pequeña había sufrido la muerte de su padre, los vicios de su madre y las carencias que le sobrevinieron a la desgracia. Alessa había superado ya las vivencias de una niñez violenta y dolorosa, contaba con 5 años de edad cuando su vida se cayó en pedazos rompiéndose, solo para ser pegados los trozos con amargura de conocer a un hombre el cual manipulaba a su madre y los explotaba, la desesperación y hambre eran su alimento y el único alivio que tubo fue dos años después, cuando el ser que más quería se fue lejos dejándole una promesa, le vio irse el día de su séptimo cumpleaños y la ilusión de una vida diferente se le hizo en aquel entonces el mejor regalo.
Solo que, nadie sabe a lo que se aventuran las personas cuando eligen su destino y van en busca de lo que es toca vivir, ella no podría adivinar que había pasado con aquella persona por la que siempre rezaba y no era solo para pedir que regresara, con el paso del tiempo se conformaba con rezar por que al menos estuviera con vida, mientras que la suya era hundida en el peor de los infiernos, por aquel hombre de quien no conocía ni el apellido y quien le había enseñado que odiar podía ser un sentimiento devastadoramente liberador; su madre? Era un trapejo viejo olvidado, aquello que sucedió al cumplir 14 años era como un presagio cumplido, por donde lo viera, Alessa podía ver su futuro próximo muy, muy cercano y era asquerosamente inevitable.
Su padrastro había abusado de ella, era el final del camino, uno lleno de acosos y manoseos, dejándole dolor y un profundo olor de vodka barato impregnado hasta el tuétano, de ese pasaje no recordaba nada excepto esas dos cosas el dolor y el olor a vodka.
Lo haría una vez, pero no más, huyo de casa, mucho tiempo se pregunto el porqué había esperado tanto tiempo, pregunta que solo suelen hacer las personas ajenas a esa situación que nunca han pasado por algo así y aunque ahora piense de manera más optimista, a esa edad y en esa circunstancia piensas mucho y haces realmente poco, además esa persona volvería por ella, tenía miedo que si volvía y no estaba su padrastro le encerraría de nuevo en aquella prisión que había dejado de ser un hogar y que tampoco podía llamarse “casa”.
Paso días de hambre pero al menos dormía tranquila, a veces en el centro de su ciudad le daban trabajo de limpieza, pero el agua helada en pleno invierno, le partía la piel, hasta que por cuestiones del destino oyó el rumor que hombres extranjeros dedicados a la trata de blancas venían a “recoger “ mercancía, aquellos comentarios habían salido de una joven menudita de ojos verdes que le prometía a otra chica casi igual en el físico que sería una experiencia quizás buena, en comparación de trabajar en un burdel de quinta en una ciudad simple de un país pequeño de la vieja Europa central, total, los extranjeros daban comida, techo, ropa, dinero y los clientes eran un grupo de hombres reservados, que era lo mismo que decir “buenos clientes adinerados” . “si” se dijo Alessa quizás estar lejos sería lo mejor, antes que odiarse a si misma y odiar la vida por su desgracia que tan solo recordarla le provocaba asco, cualquier opción parecía mejor, “cuando no tienes ya nada que apostar, no importa que tan alta sea la apuesta, no hay nada que perder”…
Richard en una ocasión mientras compartían te y esos temas dolorosos le había preguntado a su prometida si se arrepentía de aquella decisión, Alessa le miraba profundo con el azul de sus ojos
-no Richard, el arrepentimiento es como un yugo que te asfixia, por que arrepentirse de lo que uno mismo elige? Si has tomado la decisión afrontarla, plántale cara…-
Era verdad, en cierta forma ella tenía razón, pero la pregunta era forzada, porque después de lanzarse a la boca del lobo o “lobos” en este caso, viajo por lugares que jamás pensó y por otros que ni siquiera sabía existían. Para dar paso y sumergirse en una vida de venta, alcohol, drogas y autodestrucción, su viaje dio fin al ser cambiada por otra mercancía, su residencia fija desde más de un año era en una casona del viejo y sugestivo Londres, en aquella ciudad que emergía como uno de los puntos importantes en Europa llena de euforia, moda, excesos, dinero y clase, las jóvenes extranjeras de países bajos de belleza única, de rasgos vascos, célticos, nórdicos o eslavos como en su caso comenzaban a ser un plus, una chica como Alessa comenzaba a ser un “producto” deseado y bien cotizado.
Bien dicen que la mejor virtud del ser humano es la capacidad de adaptación que emerge del instinto de sobrevivencia, pues a todo se acostumbra el ser humano, aquellas jóvenes cuyo trabajo era meramente satisfacer los deseos y necesidades de otros se volvían poco a poco como hermanas y en algunas encontrabas el consuelo y los breves momentos de un comentario gracioso cuya risa te hacia olvidar que al caer la noche, vendías el cuerpo, te ultrajaban el alma, perdías la identidad y si fuera posible perder hasta el conocimiento . Estando a esas alturas había de dos o comenzabas a verle el lado bueno, a disfrutarlo y sacarle provecho u olvidarte que una vez tuviste nombre, llorar al amanecer mientras te lavas el cuerpo, añejado en licor, limpiando los restos de podredumbre, llorar en silencio y aguantar.
Poco le falto a su belleza el marchitarse, a punto de caer en el abismo de la indiferencia. La dueña de la casona le había dicho que fue comprada, por un cliente de regular visita, pero que a pesar de la descripción ella no lo recordaba es mas ni siquiera se le hacía remotamente conocido.
“…Payet “ –dijo despacio al grupo de chicas de la habitación, que sorprendidas y alegres se enteraban que la madrona había vendido a su mejor  “nena”.
“Payet”- se le oyó decir a Lena una rusa –pero Mina- nombre con el cual Alessa había sido lanzada  a la “fama” de los burdeles de clase alta.-dicen que es hombre cruel, mala pinta zhestokiĭ (cruel en ruso)- escuetamente dijo a su modo particular –pero alguien le conoce? – todas negaron –donde  esas conclusiones?- esa era Fabia como la hermana mayor que tranquilizaba todo y su particular acento también –eso dicen las otras chicas, ya sabes esos rumores corren – dijo Lena alzando los hombros preocupada. –esperemos que no sea verdad, además a madrona no le conviene ese tipo de clientes ni ese tipo de tratos-
Al cabo de un rato, Alessa tomaba sus pocas pertenencias y era llevada a una sala lujosa con aires estéticos y sobrios, camino sola, cerró la puerta detrás de si, avanzo  aferrada a su maleta ligera pero que le hacía sentirse segura, en aquella habitación le esperaba un hombre de traje color vino oscuro con ambas manos ocultas en los  bolsillos de su  pantalón, seguía fijo dándole la espalda y con la mano hizo un gesto indicándole que se aproximara, Alessa se preguntaba si se giraría a verla en algún momento, pero dejando eso de lado reservadamente fue acercándose, ella no sabía que era observada por el reflejo en el ventanal y al estar cerca, el extraño giro de forma rápida y le tomo la muñeca de forma violenta hasta tenerla frente a frente.
Alessa asustada trato de zafarse y si todo lo que había dicho Lena era verdad?, pero una mirada vasto y comenzó a llorar, aquel quien forzaba su muñeca, le soltaba despacio acto que la joven a provecho para estirarla mano al fin libre y rosar la mejilla de aquel rostro.
Rompió a llorar y a su vez fue abrazada y sostenida por los brazos de un extraño quien le era más que familiar.
-pomalý,  konečně přišel (lento, finalmente llegas)-fue lo que entre sollozos se le escapo decir a Alessa con la voz temblorosa. En respuesta un suave “shhh…” fue lo que recibió al ser acurrucada tiernamente.
Richard, seguía mirándola dormir, contemplando su rostro más sereno, a tras quedaban los días de desamparo y soledad eso, ignorando las miles de anécdotas de situaciones y problemas como el idioma, el dinero, el transporte  y muchas vivencias, se  reservaba para sí.
Alessa no había cambiado mucho, seguía siendo fuerte, pero discreta y celosa de su intimidad y su persona, pero ahora se le veía notablemente feliz, su vida había tomado un nuevo giro, estando a salvo, ahora era una mujer preparada, se había pulido, comenzado y terminado su estudios.
El único posible problema fuera que no se alejo del todo de aquel ambiente de las casas de prostitución, pero no era porque siguiera en eso, al contrario había salido del abismo y jamás volvería, sin embargo estaba empeñada en ayudar a las mujeres  y comprendía que nunca, eran ahora cuando Odava le había dicho : “es la segunda profesión más vieja del mundo, después de la caza de animales, ese tipo de vida y servicio jamás se terminara y sabes porque? Porque el mismo ser humano la propicia, así que a nosotros se nos deja la tarea de hacerlo más fácil de soportar”.

Frase que le hizo eco en la memoria que le provoco el despertarse eso y  el entumecimiento de sus piernas encogidas. Entre abrió los ojos, topándose de lleno con la figura de una anciana frente a ella, su bastón con ambas puntas  de plata macizas y la empuñadura con forma de ave queriendo extender sus alas, sentada de esa forma que anunciaba que tenia clase, de aquella que el dinero no te da y de pronto su estrepitosa risa intentando falsamente contenerla y en voz tenue, como si hablara sola le  oyó decir:
- cuatro letras que derivan y encapsulan de la reputación, adjetivo, cuatro vertical…- con esa cadenciosa pronunciación de tinte serio y concentrado, para luego dar paso a otra risa y entre el sonido de disco rayado, su temblorosa dicción  y su burla se respondió a sí misma “cuatro vertical…reputación…” –lo pensó un segundo mas y rio mas fuerte –puta!!- grito alegre-
Alessa vio a Richard negando y con una visible sonrisa a medias, acercándosele, masajeando su hombro para aminorar sus movimientos involuntarios –Fama Oda… la palabra es Fama…-
Esta le miro empequeñeciendo su mirada, si es que era más posible debajo de la capa gruesa de sombras en sobre aquellos arrugados y colgados parpados que caían vencidos cubriendo parcialmente los ojos, hizo un gesto propio de ella, con la boca torciéndola haciendo un sonido como si escupiera algo a los pies de la gente –aguafiestas- recrimino la anciana.
Recostada aun le  miraba por lo bajo, en sus años mozos era un mujer de impactante belleza pero su modo de ser era todo un caso…
Ella era Odava Aneska Payet, su abuela. Y a ella vinieron muchos recuerdos.






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si.. otra historia sin terminar ja ja ja ja !! haber ke pasa si la dejo aki, esperando iluminacion para ponerle fin.

TaNa

Una vez mas diculparme porlas faltas, la pesima diccion y el barato trama n,n

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